domingo, 17 de mayo de 2009

Sobre el Código Davinci

Por: Federico Meléndez Valdelamar (14 de mayo de 2009)

Si hay algo que hay que agradecerle a Dan Brown, es que ha motivado el debate de un tema apasionante, un tema donde hay mucha tela que cortar. Es obvio que la historia la escriben los vencedores y por ende va a prevalecer la visión de los grupos que históricamente han dominado el mundo; es decir, una sola verdad, esto trae como consecuencia la nulidad y el desconocimiento de eventos que han sido callados y deliberadamente guardados, y en esto la iglesia católica posee mucha experiencia.

El concepto maniqueo del mundo ha llevado a las personas a vivir entre miedos y temores, emociones que a decir del doctor Chopra son necesarios. No obstante, los miedos y temores algunas veces difundidos de manera deliberada por las ideologías dominantes, han llevado al ser humano a cometer grandes injusticias contra su propio prójimo. (La Prensa: 2-1-03)

Tanto Brown como Howard, han logrado desafiar los miedos y temores y lograr que al menos la gente vaya por curiosidad a ver un film intrigante, que le sigue el rastro a un secreto que ha permanecido oculto durante dos mil años, utilizando como soporte las obras del genio italiano, Leonardo Da Vinci.

Que ha hecho Brown que ha irritado a la iglesia y a otras religiones, ¿especular? La filosofía se fundamenta en la especulación, en consecuencia no hay nada ilícito en la sistematización que ha hecho Brown de eventos históricos que fragmentadamente ya conocíamos.

Desde mis tiempos mozos ya había escuchado del Priorato de Sión, de los guerreros templarios y el Santo Grial, de las sospechas que rodeaba la relación de María Magdalena con Jesús. Por qué temerle al debate; en una ocasión la actriz Susan Sarandon, acosada por su clara posición en contra de la presencia de los Estados Unidos en Irak, resumía su discurso en una interesante frase: “En los Estados Unidos no hay debate”, y no lo hay en ninguna parte del mundo, los hombres y mujeres prefieren la ley del menor esfuerzo para dirimir controversias, ya sean de carácter étnico, racial ó religioso, favorecen las armas o la mentira orgánica para privilegiar el discurso de las clases dominantes y de los grupos afectos.

En su obra, El código Da Vinci, el autor no niega la existencia de un hombre dotado de una personalidad especial, lo que se cuestiona es la forma en que la iglesia utilizó ese personaje para apertrecharlo de poderes especiales para intimidar precisamente en beneficio de un Estado, que en su momento fue esclavista, feudal, misógino y excluyente. No se trata ahora de que la iglesia católica rinda cuentas, todo lo contrario, lo que se busca es que el ser humano, moldeado por un cartesianismo triunfante y arrollador, vea el presente con una visión holista y humana, de lo contrario, sin saberlo, estaremos haciéndole el juego a Torquedama y rindiéndole culto al mecanicismo de René Descartes.

Observación: Esta película se presentó recientemente en la televisión panameña; en estos momentos se exhibe “Ángeles y demonios”; la otra semana compartiremos un análisis sobre este film de Brown.