jueves, 30 de julio de 2009

En medio de la ciencia y la ética

Por: Federico Meléndez Valdelamar
A lo largo de la historia existen muchas pruebas fehacientes del argumento maniqueo con que el ser humano ha dividido el mundo (buenos y malos) como una forma de establecer paralelismos y tratar de buscar una respuesta a los interrogantes de la historia. Si le preguntamos a un católico irlandés quiénes son los malos, de seguro responderá que son los ingleses protestantes, y si a estos últimos se les pregunta lo mismo, dirán que son los irlandeses que profesan la fe católica.
Para el establecimiento romano, Jesucristo era malo, aunque la práctica del evangelio aplicado por Jesús no pusiera en peligro al todopoderoso imperio romano. Al César lo que es del César. Para el establishment estadounidense, los buenos son ellos, los malos son los talibanes, Husein, Noriega, Castro, y cualquier persona o grupo que no responda a sus intereses y designios.
El concepto maniqueo del mundo ha llevado a las personas a vivir entre miedos y temores, emociones que a decir del doctor Chopra son necesarias. No obstante, los miedos y temores algunas veces difundidos de manera deliberada por las ideologías dominantes, han llevado al ser humano a cometer grandes injusticias contra su propio prójimo.
Cuando el físico y astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642) planteó la idea de que la tierra no era el centro del mundo, fue considerado por la Iglesia católica como un hereje. Las reacciones positivas a favor de la Iglesia no se dejaron esperar, en función de que en esos momentos y por mucho tiempo, la Iglesia católica tuvo el dominio intelectual del mundo. Igual suerte había corrido su antecesor, Nicolás Copérnico (1473-1543), creador del sistema heliocéntrico del mundo.
Los descubrimientos astronómicos de Galileo fueron de gran utilidad a favor del sistema heliocéntrico de Copérnico. Presionado y atosigado por la Inquisición, Galileo se vio obligado a retractarse de la “herejía copernicana”. El físico italiano consideraba que el mundo es infinito; la materia, eterna, y la naturaleza una. En la base de la naturaleza se encuentra una rigurosa causalidad mecánica de átomos absolutamente invariables, sujetos a las leyes de la mecánica.
A pesar del conocimiento intelectual que mantenía la Iglesia católica, curiosamente había de plano un desconocimiento sobre lo planteado en las escrituras de manera particular por Isaías 40:22 cuando se refiere al círculo de la tierra, estableciendo con meridiana claridad que la tierra era redonda. Tuvieron que pasar muchos siglos para que la Iglesia católica enmendara el error cometido, ya que la evolución inexorable de los instrumentos de medición del espacio exterior, creados por el propio hombre, pudieron comprobar la exactitud de los trabajos del erudito italiano.
En la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, la ciencia nuevamente ha vuelto a poner sobre el tapete lo que para algunos es un debate ético, para otros es un desafío al destino manifiesto de las sagradas escrituras: El nacimiento del primer clon humano. “Hay una verdadera carrera en la comunidad científica, donde algunos de ellos, movidos por la celebridad y el dinero, tienen una visión torcida y deformada de la creación de clones”, señaló recientemente el investigador británico Patrick Dixon, especialista en clonación.
Tal como se desprende de diversos medios de comunicación “el primer ser humano clonado concebido con material genético de su madre es una niña que nació por cesárea”.
Igual que Galileo y Copérnico, los raelianos, secta a la que pertenece la doctora Britte Boisselier, han corrido con igual suerte ya que muchos de sus homólogos, y por supuesto el Vaticano, no ven con buenos ojos esta técnica de reproducción porque la consideran “peligrosa y no ética”.
La única diferencia entre la doctora Boissellier y Galileo, es que este último no pertenecía a ninguna secta, y generalmente las sectas, logias y cofradías han devenido en posiciones fundamentalistas, y ya conocen ustedes los alcances de los fundamentalismos. Sea como fuere, la ciencia y la tecnología seguirán con su paso arrollador; lo único que condenamos es que estos nuevos avances sean utilizados a espaldas del planeta y no para solucionar los grandes problemas de salud que aquejan a los seres humanos, como el cáncer y el sida, flagelos que galopan silenciosamente en la humanidad.
Si esta revolucionaria técnica es utilizada con fines pacíficos se puede lograr lo siguiente: Según un informe elaborado por los institutos nacionales de la salud de Estado Unidos, “las células madre podrían ser la pieza clave para sustituir las células perdidas en muchas enfermedades devastadoras”. El informe lista “la enfermedad de Parkinson, la diabetes, las cardiopatías crónicas, la insuficiencia renal terminal, la insuficiencia hepática y el cáncer”.
Las células madre también tienen la capacidad de generar sangre, lo cual, según se afirma, pudiera incluso hacer innecesarios los bancos de sangre. Imaginen la existencia de un ejército de clones al servicio de mentes perversas, invadiendo y ocupando cuanta región se les ocurra tomarse, y todo a nombre de la democracia y la libertad. (Artículo publicado el 2 de enero de 2003 en el diario La Prensa de Panamá, fue traducido y comentado en un medio italiano)