miércoles, 28 de agosto de 2013


DARWINISMO SOCIAL Y EDUCACIÓN POR COMPETENCIAS

Por: Federico Meléndez Valdelamar

Desde 1979, año en que se defenestró el intentó de abrazar una nueva visión de la educación en Panamá, los gobiernos posteriores no han podido orillar a un consenso que permita adecuar la educación panameña a las exigencias de los actuales momentos donde ingenuamente se favorece la migración obligada de los docentes y discentes hacia la llamada tecnología de punta.

Para coronar estas ansiedades, se privilegia un equivocado esfuerzo por liquidar del pensum académico materias vitales como historia y filosofía, asignaturas de fundamental importancia en la formación cognitiva de hombres y mujeres.  Estos asomos no son casuales, responden a lineamientos bien pensados y elaborados, los cuales emergen de círculos cerrados donde la prioridad de pensar solo debe ser de un grupo privilegiado.

Esta distorsión, ha permitido la bifurcación de cuatro tipos de educación en Panamá, donde en términos aparentes la opción particular sale mejor librada. Esto no significa que no forme parte esencial de los referentes ideológicos del Estado.  En este sentido, si la educación quiere hacer algo por contribuir a eliminar o, al menos, reducir esos peligros, debe  alejarse por completo de los procesos que, inducidos por el capital globalizado, la empujan con mucha fuerza a su servicio y sumisión.

La utilización de los insumos conceptuales de las universidades, lejos de ser el resultado de su  propio quehacer y de su acumulación de experiencias, se inclinan, en grado creciente,  por los que proveen las grandes empresas industriales, financieras y comerciales que pretenden ser las dueñas absolutas del mundo en que vivimos.

El ejemplo más notorio es el concepto de “las famosas competencias” insumo adoptado en nuestros escenarios áulicos sin una discusión profunda sobre lo que merodea detrás.  Aunque no se quiera percibir la realidad de la competitividad, ésta conduce al darwinismo social, no sólo en el ámbito económico, político y social, sino también en la misma educación. No en vano, a ella se le presenta como el instrumento esencial para la supervivencia de cada individuo y la de cada país.

Por esta razón, la educación tiende a transformarse en un espacio en el que cada uno vela por sí mismo; desea tener más éxito que los demás y ocupar el lugar de los demás, lo que se traduce en una cultura de guerra, que niega la convivencia con las restantes personas y coloca el interés particular antes que el general. Así, el sistema educativo "llega a privilegiar la función de selección de los mejores, en vez de la función de valorización de las capacidades específicas de todos los alumnos."

Con relación a este tema, el boletín RIATA, Julio 2013, advierte: “la educación por competencias nos invita a construir un tipo de mundo globalizado que nos remite al mundo feliz de Aldous Huxley, pero que en contraste con esta obra, que sostiene que los seres humanos serán condicionados desde la genética, ahora nos plantea que la desigualdad y la estratificación social es una consecuencia natural derivada de la existencia o ausencia de capacidades que tengan las personas para cumplir los estándares establecidos y no es una construcción social derivada de las relaciones de poder”.

La política dominante actual, incluyendo lo relativo al ambiente y al clima, siendo de corte netamente neoliberal, está dirigida a la competitividad y a mantener y fortalecer el poder de gobiernos, empresas y sociedades del Primer Mundo. Hoy no solo se promueve el modo de vida de Occidente como algo atrayente, sino que se equipara bienestar y seguridad social con crecimiento económico, lo que supone crecimiento de la producción de automóviles, aeropuertos, agricultura industrial, etcétera, con base en el uso intensivo de los recursos.

La ausencia de un debate a fondo y sin prejuicios, facilita la presencia de un discurso fragmentado, esquivo y contestatario tanto de los docentes como  de las autoridades del Ministerio de Educación, mismos que se anquilosan en poses arrogantes y ausentes de consistencia, para afrontar un tema que amerita ser examinado con una visión de estado.